Jorge Sampayo

El Altépetl Olvidado

Es común escuchar sobre la idiosincrasia de Occidente y la de Oriente, mas la forma en la que vivían nuestros antepasados prehispánicos no parece encajar en ninguna de las dos, su cosmovisión es heterogénea, digna de su propia corriente y estudio.

Los pueblos indígenas de América eran incluyentes sobre la vida colectiva, a pesar de la divergencia que podía existir entre una cultura y otra. Con todos los seres que compartían sus proximidades había respeto y se comprendían como un sólo ecosistema.

Los animales, plantas e incluso otros elementos, energías o fenómenos eran venerados como deidades, en un sentido de amor por su retribución e importancia como balance universal. A los animales y plantas se les daba gracias por lo que brindaban, se les tenía gran admiración por sus capacidades y habilidades, se les veía con grandeza, sin considerarlos inferiores pues tenían el mismo derecho de existir tanto como los seres humanos. A las fuerzas de la naturaleza se les trataba como si estuvieran vivas, pues brindaban favores o traían desgracias. Estas deidades tenían personalidad humana, por esto mismo varios estudios prefieren traducir el concepto mexica de téotl como 'señor' y no como 'dios'.

Con los demás grupos culturales, había un respeto mutuo, inclusive durante la guerra, tenían acuerdos y reglas que seguían por honor, una especie de nobleza intrínseca. Eran sociedades en conformidad, a pesar de tener conflictos, tenían devoción por los otros y conservaban su identidad.

En casi cualquier texto, se denota a nuestros antepasados como poblados, ciudades, estados, reinados e incluso, durante su esplendor, se llega a usar el término Imperio. Conceptos que se basan meramente en el tamaño y territorio, sin considerar las relaciones e interconexiones entre distintos habitantes y su entorno.

Hay un vocablo que usaban los nahuas para denominar tanto su existencia social, política y geográfica, el cual es Altépetl. Un concepto que me parece sumamente interesante y debería ser retomado en la actualidad. Para explicarlo me es necesario remontarme algunos años...

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Hace apenas algunos ayeres, en la década de los setenta, México discutía cómo integrar a las comunidades indígenas al desarrollo. En ese entonces, parecía que obviar sus costumbres, obligarles a hablar español y urbanizarles era sinónimo de progreso.

Unas décadas después, gracias a la lucha de algunos testarudos grupos autóctonos, el país tuvo que aceptar los lineamientos planteados en el Convenio 169 de la OIT. Donde, entre otras cosas, se reconocía el derecho de los pueblos indígenas y tribales a ser consultados de forma libre, previa e informada sobre las cuestiones que conciernen a sus comunidades. El más importante instrumento internacional que garantiza los derechos indígenas hasta ahora. En otras palabras, se les dejaría ser.

Y es que desde siempre las entidades políticas de todo el mundo han visto a los pueblos indígenas como algo aparte, primitivo, inefectivo y hasta cierto punto salvaje. Hablar de la cultura indígena es hablar de la otredad, diría León Portilla.

Pero, ¿son realmente sus ciencias, métodos y técnicas arcaicas? ¿es su cultura obsoleta?

En el campo, por poner un ejemplo, los indígenas tenían formas más eficaces e ingeniosas de cultivar que sus contrapartes europeas y asíaticas. Entre las más populares la milpa y las chinampas. En donde usaban tanto el policultivo como la rotación, lo que de manera natural prevenía que las enfermedades se prolongaran y evitaban la erosión.

Nuestros antepasados entendieron que la fertilidad del suelo está relacionada con la cantidad de vida que alberga y no con la cantidad de minerales que lo componen. Mediante ingeniosas soluciones, cultivaban tanto en la tierra como sobre el agua, nada parecía ser un obstáculo. Los indígenas hacían que la tierra fuera cada vez más fértil e incluso ampliaban poco a poco el área cultivable, un esfuerzo social digno de admirarse.

En contraparte, hoy en día el campo se basa en el unicultivo, la pastura para ganado, el uso exhaustivo de fertilizantes y las modificaciones genéticas; que irremediablemente sólo van haciendo la tierra más árida, requieren quema de bosques y zonas silvestres como biocomposta, destruyen zonas naturales y toda la vida que albergan, o provocan mutaciones y alteraciones en los organismos que los consumen. Soluciones que en su mayoría se plantean para fomentar el consumo de productos químicos, transmisión de enfermedades y que no son sostenibles.

Otro ejemplo más reciente se dió hace apenas unos años, en el deporte competitivo. Donde a partir de 1992 los tarahumaras o rarámuris participaron en ultramaratones con apoyo logístico de Rick Fisher y Kitty Williams. En su primera asistencia no lograron obtener buenos resultados, debido a que los tenis para correr les eran sumamente incómodos, usaban las linternas como antorchas, apuntándolas al cielo sin darse cuenta que estas necesitaban dirigirse al suelo para iluminar el camino, o simplemente se les descubría deteniéndose a mitad de la carrera para admirar el valle. El maratonista Kenneth Chlouber narra que cuando vió esto último lo único que pudo pensar para sí mismo fue: su perdición final en la competencia puede haber sido su apreciación del mundo que los rodea, [...] pero en ese momento pensé para mi: ellos son mucho más inteligentes que yo. El próximo año, con sus tradicionales huaraches, una explicación más a fondo de la competencia y el como funcionan las linternas, los tarahumaras consiguieron el primero, segundo y quinto lugar. Demostraron que podían ser campeones sin un chaleco de hidratación, calzado especial para correr, lycra, mangas de compresión, o alguno de los artilugios utilizados por los corredores de hoy en día, que incluyen también, postear sus kilómetros o logros en redes sociales.

La inspiración de los tarahumaras era simple: corro por mi pueblo, corro por la comida que ganaremos, pues tenían pensado cambiar el trofeo al gobierno de ese entonces por comida. No sé si hace falta recordar que la petición de estos campeones no fue escuchada, y, unos años después, el pueblo tarahumara fue diezmado por sequías, deforestación de los megaproyectos mineros (violando el Convenio 169 de la OIT) y abusos por los narcotraficantes de la región. Al sentir el dolor de ver a sus infantes sucumbir ante la muerte por desnutrición, los tarahumaras tomaron la decisión de suicidarse como escape del hambre, arrojándose familias completas al vacío.

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Más que hablar de todas estas desgracias, es recalcar los logros indígenas, que no se trataron de tecnología y modernidad, sino de ingenio, cultura y apoyo mutuo. Habría que entender un poco cuál era la forma de obtener, transformar y aprovechar los conocimientos por nuestros antepasados, desde su remoto origen.

La sabiduría indígena se obtuvo gracias a una evolución continua y conjunta, armoniosa. La existencia de nuestros antepasados se fue construyendo poco a poco, su desarrollo social venía al mundo cuando un grupo nómada se volvía sedentario, en mayor parte gracias al cultivo.

Estos grupos no sólo establecían asentamientos, ellos transformaban su propia identidad. Formaban poco a poco ciudades menores, estados y señoríos, cabe destacar la destreza empleada para erigir desde caminos, templos, sanitarios, acueductos, hasta ciudades sobre el agua. Su presencia, influenciada por pueblos vecinos, tenía un intercambio de usos, costumbres, ciencias, filosofía, religión y tradiciones que enriquecian día a día su civilización.

El Altépetl era un producto de la historia del hombre, se transformó con el tiempo de la mano de su propia realidad, cambió al mismo ritmo que cambiaba la sociedad, no era algo estático.

Escogieron esta palabra que viene de atl(agua) y tepetl(cerro), pues decían que los ríos se originaban en los cerros, y los cerros eran sólo fingidos, por encima terrosos pero repletos de agua. El Altépetl era dador de vida a través del agua que contiene, del agua que derrama para que los hombres puedan beneficiarse y a su vez, esten conectados por la misma. Era el agua, lo que significaba unión.

Hoy en día, bajo mi punto de vista, México está dividido en varias realidades, que se mantienen unidas no por el agua, sino por el papel que desempeña el trabajo. El Altépetl citadino, en donde el trabajo es la actividad por la cual las personas afirman individualmente su propia identidad, tanto a sí mismas como ante quienes les rodean. El Altépetl rural, en donde el trabajo suele ser un medio para sustentar la vida familiar y satisfacer las necesidades más básicas. Y el Altépetl indígena, en donde el trabajo es cuestión de supervivencia social y de preservar tradiciones.

El vivir en estas distintas realidades es lo que nos mantiene ajenos al no considerarnos parte, pues no somos responsables. Para resolver nuestros problemas sociales debemos mirar a nuestros antepasados y aprender de su cultura, que es vivir una misma realidad en la cual nos involucre a todos, un sólo Altépetl donde exista el apoyo mutuo y pensemos en el futuro y la prosperidad en conjunto y no en el bienestar inmediato individual o de un grupo en específico.

Se necesita una revolución social, entendiéndose como el volver a nuestros orígenes, como lo explicó Octavio Paz hace más de cincuenta años: no se confunda entre el revoltoso, el rebelde y el revolucionario pues las diferencias son muy marcadas. El primero es un espíritu insatisfecho e intrigante, que siembra la confusión; el segundo es aquel que se levanta contra la autoridad, el desobediente o indócil; y el revolucionario es el que procura el cambio violento de las instituciones. La relación es jerárquica: revuelta vive en el subsuelo del idioma; rebelión es individualista; revolución es palabra intelectual y alude —más que las gestas de un héroe rebelde— a los sacudimientos de los pueblos y a las leyes de la historia.

Para nosotros, entre más penetramos en el mundo del café —por poner un ejemplo que sirva como analogía— nos es más claro y evidente que el consumidor depende del comerciante, el comerciante depende del tostador, el tostador depende del transportista, el transportista depende del almacenador, el almacenador del productor, el productor del campesino, el campesino del cafetal, el cafetal de la tierra, la tierra del ecosistema y, finalmente el ecosistema de cada uno de nosotros. Todo está conectado, somos un sólo Altépetl y es responsabilidad de cada uno de nosotros cuidar el todo, porque todo lugar es aquí y todo momento es ahora, por que en una escala cósmica la vida humana perdura la duración de un suspiro... trabajemos por el beneficio de todos.



Glosario

Milpa
Es un sistema agrícola que consiste en sembrar maíz, frijol, y diversas leguminosas en conjunto, siendo la más común la calabaza, sin surcos para que genere una sinergia que favorezca su rendimiento y resistencia a situaciones externas. Puede incluir un sinfín de plantas adicionales, llegando a encontrarse hasta cincuenta especies diferentes. Se aprovechan plantas que crecen de manera natural, conocidas comúnmente como quelites (por ejemplo verdolagas, quintoniles, huazontle, nabos, romeritos, entre otras). Al mismo tiempo se aprovechan los arbustos y árboles que habitan ahí, al proporcionar frutos, fibras o semillas de interés local o regional.
Chinampa
Es un sistema artificial de cultivo que se construye en zonas en las que el agua es el principal recurso natural presente en el medio, esta superficie acuífera es llamada humedal. Se construyen con el fin de cultivar plantas, verduras y hortalizas para el autoconsumo y mercado local. Este sistema de cultivo se coloca en zonas poco profundas de lagos, no depende del riego artificial o de agua de lluvia, pues por su localización siempre dispone de irrigación. Existen dos tipos de chinampas, la de tierra adentro, que se sitúa en las orillas y es regada mediante canales y la de laguna, que se construye sobre el agua.
Policultivo
Se siembra en una misma área más de una planta de manera que se ayudaran entre sí mediante sombra y composta mutua. Los sistemas de policultivos tienen su origen en una agricultura de supervivencia conocida como agricultura de subsistencia, dirigida al máximo aprovechamiento del espacio agrícola y su práctica se ha desarrollado históricamente entre los campesinos con carencia de recursos e insuficientes disponibilidades de superficie agrícola. Los sistemas de policultivos tienen origen en los mismos inicios de la agricultura, en mesoamérica, como parte de las culturas indígenas y sus saberes.
Rotación
Consiste en alternar plantas con necesidades nutritivas diferentes en un mismo lugar durante diferentes periodos, evitando así, que el suelo se agote y que las enfermedades que afectan a cierto tipo de plantas perduren. Mantiene la fertibilidad y reduce la erosión.

Fuente

  1. Mitología mexica
  2. Derechos de los pueblos indígenas y tribales sobre sus tierras ancestrales y recursos naturales
  3. https://elcorreodelsol.com/articulo/una-tierra-mas-fertil-gracias-los-abonos-naturales
  4. ULTRAMARATHON; A Run to Moonlight For Food and More
  5. La Tarahumara: historias de vejaciones e impunidad
  6. Por hambre se suicidan tarahumaras
  7. Revuelta, revolución, rebelión (1967)
  8. El altepetl como formación sociopolítica de la cuenca de México. Su origen y desarrollo durante el posclásico medio
  9. La milpa
  10. Larga vida a las chinampas
  11. Impacto socioeconómico de los sistemas de policultivo maíz-frijol-calabaza en La Frailesca, Chiapas, México