Marvel Anarchy

No, no todo es culpa de los popotes

Hoy parece toda una nueva tendencia la preocupación por el medio ambiente. Es, sobre todas las cosas, un trending topic en las redes sociales. Muchos hombres y mujeres ven vídeos, que se vuelven virales, sobre los estragos que la contaminación genera en los ecosistemas del planeta. Es ya una moda. Los mensajes que se pueden ver en esos vídeos, por lo general de corta duración, son consumidos de manera acrítica por aquellos y aquellas que creen que tener celular, tablet o computadora, en la que miran esos mismos vídeos, no tienen serias implicaciones medioambientales. Como si un problema tan grave y tan complejo pudiese ser comprendido y aprehendido en un video de dos o tres minutos.

Por si fuera poco, esto permea a la población de ciertos sectores sociales. Básicamente citadinos de clase media y clase alta. ¿A poco creen que todos los mexicanos tienen acceso a internet o a dispositivos multimedia? No, sólo aproximadamente el 30 % de los mexicanos cuentan con dichas comodidades. Así pues, si nos concentramos en esa población, la gente citadina medio acomodaticia, nos daremos cuenta de que son personajes muy influenciados por la mass media. Individuos que cuentan con cierta cantidad de recursos para emprender negocios, y que, influenciados por esos vídeos de internet, deciden salvar el planeta ya que su conciencia ambiental de pronto se ha iluminado. Por su puesto, el lector debe percibir mi sarcasmo. El tono irónico se debe, principalmente, a mi desconfianza en esa conciencia ambiental que repentinamente adquieren esos pequeños y grandes empresarios. Hay una fuerte contradicción entre sus intereses y la conservación del medio ambiente de la que no se percatan esos sujetos por su falta de reflexión, y que trataré de exponer aquí.

Antes de continuar, permítaseme decir una cosa más. Les apuesto lo que quieran a que la gran mayoría de los propietarios que adoptan una conciencia ambiental y optan por tomar medidas para proteger los ecosistemas del planeta, lo han hecho influenciados por algún vídeo observado en redes sociales, y que nunca en su vida han hojeado clásicos de la sustentabilidad como La Sociedad del Riesgo de Ulrich Beck. Que me perdone el lector por la pedantería, no es, de ninguna manera, mi intención ejercer violencia simbólica alguna. Sólo trato de hacer una distinción entre una preocupación genuina y auténtica sobre sustentabilidad, que de manera crítica trata de comprender a cabalidad el problema detrás del deterioro ambiental, y, de manera comprometida y personal se busca adquirir una visión más completa y compleja del fenómeno; a diferencia de la tendencia, la moda, la novedad que las redes sociales crean con una pseudo cultura ambiental, para, finalmente, presumir por ello. Esto encierra detrás una hipocresía con la que personalmente no puedo transigir. Como dije, dichos personajes ni siquiera se dan cuenta de las contradicciones que hay entre sus intereses y el cuidado del medio ambiente.

Por ejemplo, consideremos la tan mentada campaña “sin popote por favor”. Se trata de una iniciativa entre los locales que sirven bebidas y alimentos; restaurantes, cafeterías, bares, entre otros establecimientos, qué, para, según ellos, proteger el medio ambiente optan por no servir sus respectivos productos con popotes. Bien, no digo que no sea un buen intento. No, en realidad si es un pésimo intento. Es como querer destruir un tanque con escupitajos. ¿Por qué? Los popotes sólo representan una mínima parte de los residuos que la economía lineal genera en su día a día. La gran mayoría de nuestras sociedades humanas están basadas en una economía lineal. ¿En qué consiste una economía lineal?

Como siempre, la cosa es mucho más compleja, pero por economía del texto lo simplificaremos de la siguiente manera: extraer recursos, refinarlos, manufacturarlos, consumirlos y desecharlos. Por ejemplo, extraemos todos los componentes de un celular, luego, los procesamos por separado para posteriormente ensamblarlos y crear el mentado teléfono inteligente que será comprado por algún incauto, y que, finalmente, se desechará, ya que eventualmente saldrá una versión más potente de ese mismo modelo. Toda nuestra producción se basa en esa economía lineal. Todo lo que producimos termina desechado. Ordenadores, ropa, envases, botellas, cajas, zapatos, celulares, juguetes, sillas, mesas… ¡Todo! ¿O apoco creen que cuando tiran su basura ésta desaparece mágicamente? No, por supuesto que no. Ésta va a algún lugar. Como verán, no basta con dejar de usar popotes, con eso, tal vez se pueda evitar que éstos no terminen en el mar. ¿Pero qué me dicen de todo lo demás?

Otro ejemplo, es el de las bolsas de plástico. Suelen cambiarse por bolsas reutilizables de tela, que tienen geniales diseños y que pueden ser de todos los colores del arcoíris. ¿Acaso no saben, aquellos brillantes próceres del medio ambiente, salvadores del planeta, qué la industria textil es una de las industrias más contaminantes del agua? De hecho, la contaminación que genera esta industria es mucho más nociva que la del plástico.

Uno se pregunta ¿De dónde sacan estos personajes que cambiar una cosa por otra salvará los ecosistemas del planeta? Dejamos de usar una cosa para usar otra igual o peor de agresiva con el ambiente. No me parece muy brillante que digamos. En realidad, si en verdad queremos salvar al planeta de su deterioro, que, de hecho, siendo precisos, no es menester salvar a nuestro planeta, éste estará bien con nosotros o sin nosotros, lo que está en juego es la supervivencia humana, no la de nuestra madre tierra. Pero como decía, si en verdad queremos aspirar a una sustentabilidad, es necesario replantarnos todo nuestro modelo económico. Mientras el capitalismo siga rigiendo nuestras vidas, la vida en el planeta corre grave peligro. Dentro del capitalismo opera una lógica suicida que persigue sólo la acumulación de éste, en otras palabras, al capitalista sólo le interesan sus ganancias. Esto implica, inexorablemente, la depredación de los recursos naturales.

Un propietario de un pequeño negocio de bebidas y alimentos, es, en cierto sentido, un mini capitalista. Persigue acumular ganancias y para ello depredan recursos naturales. De hecho, siendo rigurosos, hasta el consumo de lácteos es una práctica consumista que carece de sustentabilidad. En primer lugar, los lácteos no son necesarios para nuestra dieta humana. En segundo lugar, el ganado, o sea, las vacas, son uno de los agentes que más gases de efecto invernadero producen. El simple hecho de tomar un cappuccino diario es una forma de deteriorar el medio ambiente. Es decir, para ser amigables con el medio ambiente deberíamos de dejar de consumir compulsivamente como hoy lo hacemos, cambiar de manera radical nuestros hábitos alimenticios y de consumo. Todos somos cómplices de que el mundo se esté yendo al carajo. El dejar de usar popotes y bolsas de plástico no es, de lejos, la mejor iniciativa para impulsar una sustentabilidad consistente.

¿Ahora ven por qué es como escupirle a un tanque, por qué me fastidia la hipocresía de los propietarios que aspiran a presumir su amabilidad con la madre tierra? ¿Ven ahora la contradicción? Que nuestros hijos y nuestros nietos nos perdonen.