Café Humanista
La escisión es un problema de la modernidad. Un tema tratado por artistas y filósofos. Consiste en separarnos del mundo, de la realidad, de lo interpersonal y no identificarnos con nada; todo nos parece ajeno. Vemos como fenómenos extraños los objetos, las personas, la sociedad, la cultura, la realidad. No sentimos pertenecer a nada. Somos como pequeñas balsas a la deriva en un enorme y basto mar, que inclusive también percibimos como ajeno a nosotros mismos a pesar de ir a la deriva ahí desde hace tiempo. Todo esto sucede en la modernidad. La escisión sucede inclusive frente a una taza de café.
Vamos a una cafetería, pedimos un café y a pesar de que lo beberemos y literalmente formará parte de nosotros, no sabemos nada de él. Eso, en parte, es la escisión de la que hablamos. No sabemos nada de la historia de nuestra bebida negra. ¿Cómo surgió o quién creó ese elixir? ¿Quién inventó ese brebaje que se integrará a nuestro metabolismo al ingerirlo? Tampoco nos pasa por la mente que hay todo un mundo contenido en esa taza de café, de que hay relaciones sociales de producción detrás de los granos molidos mezclado en el agua, leche y demás ingredientes. No pasa por nuestra mente todas las personas que trabajaron exhaustivamente hasta cinco años para que el fruto creciera, fuera recolectado, y posteriormente se le extrajera la semilla para lavarla, secarla, tostarla, empacarla, molerla y distribuirla. De manera que, eventualmente, un cafetero prepare con toda su pasión creativa, una bebida lo más rica posible para el paladar del comensal moderno.
Cuando tenemos una taza de café enfrente, tenemos frente a nosotros un mar negro de multitudes, no sólo contemporáneas sino multitudes históricas. Hombres y mujeres que a lo largo de la historia han contribuido de alguna manera para que disfrutemos de un rico café. Pero empecemos desde el principio, ¿Cómo es que llegó esa taza de café frente a nosotros? Hay una leyenda que nos ayuda a tener una idea. Leyenda que nos acerca a un hombre llamado Kaldi, un hombre de carne y hueso como nosotros. Leyenda que comienza a situarnos en espacio y tiempo; en un lugar concreto de este mundo al cual pertenecemos y en un momento concreto de nuestra historia.
El tiempo en el que Kaldi vivió fue en el siglo IX en Abisinia, hoy Etiopía. Aunque la historia fue escrita hasta el siglo XVII y como toda leyenda, un tanto apócrifa, podemos encontrar algo de verdad en ella. Supuestamente Kaldi era un pastor de cabras, que al ver como reaccionaban éstas al comer un fruto de una planta, que hoy conocemos como cafeto, decidió probarlo. Lo que sucedió fue que Kaldi se puso loco como una cabra. El fruto fue llevado después por el mismo pastor de cabras a un monasterio donde un monje musulmán encontró desagradable dicho fruto por los efectos que producía y lo arrojó al fuego. Al tostarse la semilla del fruto, aquel monje halló muy agradable el olor de dichas semillas, por lo que realizó una infusión con ellas, creando así, la bebida que hoy conocemos.
Como dije, toda leyenda tiene algo de verdad y algo de mentira. Podemos ponernos artísticos y asumir esta leyenda literariamente, después de todo, los artistas mienten para decir la verdad. Pero también podemos ser más rigurosos y ponernos en el papel del historiador. Hay otra versión, que puede incluso conciliar con esta leyenda. Se tiene registro documentado del uso del cafeto desde el siglo XIII, entre el pueblo oromo, ancestros de los etíopes. Aunque el origen del uso del café no es claro, se sabe que los ancestros de las etnias de Etiopia, utilizaban el cafeto, que crecía predominantemente de manera silvestre, como sustancia estimulante, probablemente desde la antigüedad. No lo sabemos, lo que sí sabemos es que se usaba el grano molido del cafeto y se lo mezclaba con grasa para crear unas bolitas y fuesen ingeridas. Estas bolitas eran utilizadas como provisiones en las expediciones guerreras del pueblo oromo, dado su efecto estimulante que podía otorgar un vigor extra a los guerreros. Tal vez esta etnia de Etiopia, este pueblo oromo, sea nuestro Kaldi y sus cabras en la leyenda.
Al menos sabemos ya una cosa con total certeza, el cafeto, la planta del café, es de origen africano. Ahora bien, hay otra cosa que también sabemos y del cual tenemos fuentes confiables. Dos siglos después, en el siglo XV, los granos del café llegaron a lo que hoy es Yemen, en la península arábiga. Ahí es en donde los musulmanes tostaron y molieron el grano del café de manera muy similar a como lo hacemos hoy en día. También se mezcló con agua para crear la bebida que hoy conocemos. De hecho, la palabra café es una variante italiana de la palabra musulmana qahwa, que significa “vigorizante.” ¿No tendríamos ya en esta parte, al monje musulmán de nuestra leyenda? Como vemos, la leyenda no es del todo cierta ni del todo falsa, pero lo que es importante comprender, es que la creación de la bebida que conocemos como café, no fue un proceso individual, ni tampoco un chispazo de genialidad. Se trató de un proceso colectivo, en el cual se vieron involucrados muchas personas de diferentes culturas, que fueron aportando poco a poco su experiencia a través de los siglos para que nosotros tengamos esa taza de café frente a nosotros.
No sólo un pueblo africano o la cultura musulmana han contribuido con el mundo del café, sino también la europea. Fueron los ingleses quienes en pleno albor de la modernidad a mediados del siglo XVII inventaron las cafeterías, esto debido a la gran popularidad que tuvo la bebida. Con la invención de las cafeterías se desarrolló también la esfera pública donde se construirían las ideas de la nueva cultura occidental. Serían en estos lugares donde los intelectuales, artistas, filósofos y políticos se reunirían para discutir sus ideas. De hecho, podríamos decir que el liberalismo, doctrina política que marco y definió nuestras sociedades actuales, nació justamente en las cafeterías.
La importancia de esa taza de café en frente de nosotros, tiene mucha más carga simbólica de la que podemos vislumbrar en un principio. Sería en Europa también cuando se le agregaría leche y azúcar, de hecho, los europeos marcarían la tendencia de cómo se debe beber café en el mundo moderno. Con el paso del tiempo, se fue desarrollando también métodos de extracción, los cuales con cada uno podemos extraer ciertas propiedades del café y que dan toda una gama de sabor, y que los amantes del café deberían de probar al menos alguna vez. Todo esto fruto de un proceso colectivo y temporal. Mucha gente y mucho tiempo ha pasado para la evolución del café. Esa taza de café contiene multitudes.
He de confesarle al lector que yo no tengo ninguna afición al café. No me gusta su sabor amargo o ácido. Tampoco me gusta los efectos que produce en el organismo. Pero la aportación que ha hecho nuestra cultura al mundo del café me parece fantástica. Me refiero al café de olla. Esta receta típica mexicana me parece deliciosa. Los granos molidos de forma gruesa hervidos con agua en una olla de barro con canela y piloncillo, en mi opinión mejoran de manera definitiva el sabor del café. Gracias a nuestra gente por tan brillante idea. Después de todo nuestra tradición y cultura culinaria son una de las mejores en el mundo. En efecto, en el mundo del café cabemos todos. En esa taza de café estamos juntos como humanidad, unidos. Podemos superar-coservar la escisión que comentábamos al principio de este texto al tomar conscientemente nuestro café. Gracias a los dioses africanos, al dios musulmán y a los dioses nahuas por mi exquisito café de olla. Gracias a todos los hombres y mujeres que trabajaron por mi delicioso café. Hay experiencia humana, historia y cultura; contribuciones de otros seres humanos como yo en mi taza de café, y que ya no me son ajenos. Es por ello, que les deseo un muy buen provecho al dar un gran sorbo de su mar negro. ¡Salud!