La Danza del Café
Cierta ocasión un grupo de personas decidió exteriorizar incontables jornadas de trabajo a través del arte. Una expresión cultural que empezó en una pequeña comunidad terminó siendo admirada (y más tarde envidiada) por muchos y expandiéndose por toda latinoamérica.
¿Cómo habrá sido aquel día que lo originó todo? (aunque claro, probablemente hayan tardado más de uno). Cierro los ojos y fantaseo encontrarme entre los caficultores, cuando miraron por primera vez la danza del café:
De algún modo se siente un halago, me siento agradecida y apreciada. Sé que los danzantes no pueden realizar una perfecta mimesis de lo que hacemos día a día y aun así, siento una gran calidez en el cuerpo. Un ánimo adormecido, cansado por el trabajo, despierta alegre al mirar a los espectadores que disfrutan siguiendo el ritmo, en un ambiente lleno de risas y energía, representando parte del proceso que realizamos para ganarnos la vida. Oh, ¿qué sería de nosotros sin la danza o sin la música?, que nos habla con nuestras propias palabras y enciende nuestro corazón. Me provoca una extraña catarsis...
Abro los ojos, así lo imagino. Por supuesto, no es posible preguntar a aquellos fantasmas lo que sintieron en ese momento. Yo por lo menos me visualizo así. Difícilmente las personas realmente aprecian el trabajo de los demás, de aquellas tareas que nos parecen tan lejanas, sobre las que casi nunca oímos hablar, ¿sembrar? ¿cosechar? ¿pizcar frutos? ¿cómo podríamos interesarnos en costumbres que nos son tan ajenas? Pues el café y su danza lograron convertirse en parte de un todo, en algo que llamamos tradición.
Según practicantes de este acervo, la versión original se remonta a alrededor de 1990, creada en el Círculo Cultural Jaime Vázquez Díaz (CCJVD), en Jaén, Perú. Existen otras versiones, pero ésta parece ser la más antaña y aceptada como fuente original por la comunidad artística y los folcloristas. Se cuenta en historias que primero vino la música, antes llamada "Carnaval de Tapires" y después la coreografía; aunque actualmente en otros países puede ser acompañada con algún son o canción popular de la región.
Se creó en homenaje a los agricultores que siembran y producen los cafetos, otra fuente dice que además se realizó durante un estudio sobre el mismo cultivo. En las comunidades de Perú se realiza en épocas de cosecha a modo de agradecimiento. Aunque actualmente no es el único motivo por el que se interpreta, constantemente se presenta tanto en ferias, festivales, carnavales, concursos de baile, bailes escolares e incluso hasta se realiza como atracción turística, puesto que se ha expandido a muchos lugares, entre ellos Honduras, Bolivia, San Salvador, Colombia y Guatemala. No se sabe si llegó como homenaje, en algún momento hubo un plagio o simplemente fue casualidad; puesto que al ser sitios cafetaleros, se le dió mucha importancia y es difícil rastrear sus origenes con datos certeros. Cualquiera sea el caso, afirmamos su origen peruano y perteneciente al CCJVD dados los registros más antiguos.
¿En qué consiste? ¿cómo se baila? Antes que nada, estrictamente es una danza-estampa, pues en una estampa se representan eventos sociales, escenarios cotidianos, procesos pastoriles, festivos, gremiales y rituales; y la danza es coordinación, movimiento, es representar al otro, olvidarnos de nuestro yo y bailar para adoptar un papel dado; por lo que es ambas. Simula al ritmo constante y con ligeros cambios de los tambores, la quena y la guitarra, el cultivo de los cafetos, dando gracias a la naturaleza porque la cosecha será abundante.
Los danzantes se visten con ropa campesina, ojotas, gorros, recogedores, costales, canastas, instrumentos de labranza y chalecos con bordaduras alusivas al tema agrario. Una vez que tienen sus atavios y han dado las gracias, comienzan a sembrar y cosechar. Alzan las manos al cielo, se mueven dando pequeños saltos y algunos pisotones, se forman en dos hileras, una de hombres y otra de mujeres, forman igualmente círculos, mueven los brazos siguiendo el ritmo y usan sus instrumentos para cultivar la tierra.
En el colapso entre la melodía, el movimiento y las miradas curiosas, hay un brillo en los ojos de los danzantes y del público. El pueblo se enorgullece de tener una tierra tan provechosa, los bailarines se alegran de haber representado bien su papel. Nada de esto sería posible sin todos aquellos que aportan su energía para que después de un día enriquecido por su cultura, podamos aprovechar el fruto de los cafetales. Sin todo esto no podría decirse que existe una tradición. La gente crea costumbres y con ello se forja su cultura.
Lamentablemente en México no tenemos registros de una variante tal cual de ésta estampa, por lo que no he podido verla en vivo. No obstante, la gran producción cafetalera en nuestro país sigue siendo motivo de orgullo y alegría, desde hace mucho tiempo que es parte de nuestro patrimonio. No dudo que pronto se represente aquí también, de una forma u o otra, un bailable cadencioso y vivaz como muestra de agradecimiento. Mientras tanto, lejos de las fronteras que nos dividen, para los amantes de esta bebida ya existe una, y hay que estar orgullosos de nuestra danza, de nuestra música, honrarla y conservarla; y del mismo modo agradecer a aquellos que con ayuda de la naturaleza hacen posible que podamos disfrutar del café en nuestra vida.