Los Placeres y Sufrimientos del Café
El café es un gran motor en mi vida; he observado sus efectos en una escala épica. El café tuesta tus entrañas. Muchas personas dicen que el café los inspira, pero, como todos saben, el café sólo hace a la gente aburrida aún más aburrida. Piensa en esto: mientras más tiendas de abarrotes en París se mantienen abiertas hasta medianoche, muy pocos escritores se están haciendo más espirituales.
Brillat-Savarin ha observado acertadamente que, el café acelera el movimiento de la sangre, estimula los músculos; acelera el proceso digestivo, espanta el sueño y nos da la capacidad de continuar un poco más en nuestro ejercicio intelectual. Es en este último punto, en particular, que quiero añadir mi experiencia personal a las observaciones de Brillat-Savarin.
El café afecta el diafragma y el plexo estomacal, desde el cual alcanza el cerebro a través de radiaciones apenas perceptibles que se escapan de cualquier análisis casi por completo; dicho esto, podemos suponer que nuestro sistema nervioso central conduce la electricidad emitida por el café cuando lo bebemos. El poder del café cambia con el tiempo. Rossini Gioacchino ha experimentado personalmente algunos de estos efectos, que por supuesto, yo también. "El café," - me dijo Rossini - "es una cuestión de quince o veinte días; la cantidad perfecta de tiempo, afortunadamente, para escribir una ópera". Esto es correcto, pero la cantidad de tiempo en el que uno puede gozar de los beneficios del café se ha extendido.
Por un tiempo - una semana o dos por mucho - se puede obtener la estimulación precisa con una, y luego dos tazas de café preparado de los granos que han sido molidos gradualmente, incrementando la fuerza e infusionados con agua caliente.
Para la siguiente semana, debes bajar la cantidad de agua usada, pulverizando el café aún más fino, e infusionando los sedimentos con agua fría, así aún puedes obtener algo de excitación cerebral.
Cuando hayas llegado a la molienda más fina y la menor agua posible, deberás duplicar la dosis bebiendo dos tazas a la vez; personas de constitución vigorosa pueden tolerar hasta tres tazas. De esta forma podrás continuar trabajando por muchos más días.
Finalmente, he descubierto un horrible, e incluso brutal método que recomiendo sólo a hombres de excesivo vigor, hombres con un grueso y negro cabello y una piel cubierta con manchas de madurez, hombres con manos grandes y piernas moldeadas como bolos. La cuestión es usar café denso, pulverizado finamente, frío y con muy poca agua, bebido al tener el estómago vacío. Este café cae a tu estómago, un saco cuyo interior aterciopelado está forrado con tapices de ventosas y papilas. El café no encuentra nada más en el saco, y ataca estos delicados y voluptuosos revestimientos; actúa como comida y demanda jugos digestivos; retuerce y enrosca el estómago para aprovechar estos jugos, apelando como una pitonisa apela a su dios; embrutece estos hermosos revestimientos estomacales cual un maestro de carros abusa de sus caballos; el plexo se inflama; se disparan chispas durante todo el camino hacia el cerebro.
A partir de este momento, todo se vuelve agitado. Las ideas se ponen rápidamente en marcha como batallones de un gran ejército a su legendario campo de batalla, y la batalla se desata. Los recuerdos se ponen a la carga, cuál banderas brillantes en lo alto; la caballería de la metáfora se despliega con un magnífico galope; la artillería de la lógica se precipita con carros y cartuchos ruidosos; por orden de la imaginación, los francotiradores apuntan y disparan; las formas, las figuras y los personajes se alzan hacia arriba; el papel se extiende al contacto con la tinta, porque el trabajo nocturno comienza y termina con torrentes de esta agua negra, mientras se abre una batalla y concluye con pólvora negra.
Recomendé esta forma de beber café a un amigo mío, quien quería terminar un trabajo prometido para el siguiente día costara lo que costara: el pensó que había sido envenenado y se la pasó en cama, en la que se quedó como si fuese un recién casado. El es alto, rubio, esbelto y tiene cabello delgado; aparentemente tiene estómago de papel maché. Hubo, de mi parte, una falta de observación.
Cuando has llegado al punto de consumir este tipo de café, y te sientas realmente agotado pero decidas que tienes que beber aún más. Aunque lo hagas con los mejores ingredientes y lo tomes perfectamente fresco, caerás en sudores horribles, sufrirás de nervios y episodios de somnolencia severa. No sé qué pasará si aún así continuas, pues en mí una naturaleza sensible me aconsejó detenerme en este punto, presintiendo una muerte inmediata que no quería que fuera mi destino. Para que te recuperes, debes empezar con recetas hechas con leche, pollo y otras carnes blancas: finalmente la tensión en las cuerdas del arpa se alivian, y uno vuelve a la vida relajada, serpenteante, simplona y criptogámica de la burguesía jubilada.
El estado en el que el café nos pone cuando es bebido en un estómago vacío en estas condiciones magisteriales produce una especie de ánimos parecidos al enojo: la voz de uno se eleva, los gestos sugieren una impaciencia enfermiza: uno quiere que todo avance a la velocidad de las ideas; uno se vuelve brusco, malhumorado por nada. En realidad, uno se convierte en ese personaje voluble, en el poeta, condenado por los tenderos y sus similares. Uno supone que todos están igualmente lúcidos. Un hombre de espíritu, por lo tanto, debe evitar salir en presencia de público. Descubrí este estado singular a través de una serie de accidentes que me hicieron perder, sin ningún esfuerzo, el éxtasis que había estado sintiendo. Algunos amigos, con quienes había salido al campo, me presenciaron discutiendo sobre todo, arengando con monumental mala fe. Al día siguiente, reconocí mi error y buscamos la causa. Mis amigos eran hombres sabios de primer rango, y pronto encontramos el problema: el café había cobrado su víctima.
* Tomado de Traité des excitants modernes. (Honoré de Balzac, editorial: Charpentier, colección: Études analytiques, serie: La Comédie humaine). Traducción al español: Jorge Sampayo.